Dios envía el Espíritu de su Hijo y con esto nace la Iglesia.. La Iglesia no es una obra humana, no es una construcción de los creyentes. Viene, más bien, de la iniciativa de Dios. El don del Espíritu Santo es la primera experiencia con que se encontró la Iglesia. Constantemente los primeros cristianos dieron cuenta de su presencia y actuación en ellos. En el relato de los Hechos de los Apóstoles, el verdadero protagonista a lo largo del libro es el Espíritu Santo.
En la segunda lectura, S Pablo muestra como la acción de Dios da dones, reparte ministerios e inspira obras para el bien de la Iglesia que es el Cuerpo de Cristo. Hoy también el Espíritu Santo hace surgir constantemente nuevos movimientos apostólicos, despertares religiosos, comunidades dinámicas que pasan a ser nueva sangre de la Iglesia. El Espíritu crea obras nuevas y rejuvenece las antiguas. También el Espíritu “revela su presencia en cada uno con un don”; este don es, a la vez, para su propia santificación y para un servicio en beneficio de otros. El Espíritu es fuente desbordante de nueva vida y es principio de una inmensa fecundidad.
La ráfaga del viento y las lenguas de fuego que posaron sobre cada uno muestra como el Espíritu en Pentecostés llenó a la Iglesia en su totalidad y a cada discípulo en particular. En el Espíritu de la fecundidad divina, la Iglesia también podría ser fecunda en lo sucesivo. Esto fue manifestado en seguida en el milagro de que cada uno de los oyentes devotos que entonces se encontraban en Jerusalén, oían hablar a los Apóstoles en su propia lengua. Es exactamente lo contrario de lo que ocurrió cuando los hombres pretendieron construir una torre que llegaría al cielo: pretensión de ser a partir de la sola fuerza del espíritu humano.
Ahora la única lengua de la Iglesia , que anuncia las maravillas de Dios, deviene comprensible para todas las naciones por la fuerza de Dios. Este idioma del Espíritu es superior a todas las demás, al igual que la Palabra y la Verdad de Dios supera a todas las religiones inventadas por los hombres.
Ahora la única lengua de la Iglesia , que anuncia las maravillas de Dios, deviene comprensible para todas las naciones por la fuerza de Dios. Este idioma del Espíritu es superior a todas las demás, al igual que la Palabra y la Verdad de Dios supera a todas las religiones inventadas por los hombres.
Se encuentra un contraste entre el relato de la venida del Espíritu en los Hechos de los Apóstoles y la entrega del Espíritu por Jesús Resucitado en el Evangelio de hoy. El día de Pentecostés, la tempestad y el fuego son visibles y audibles para todos; era una manifestación pública, ante el mundo, de la presencia y actuación del Espíritu. En el Evangelio de hoy, Jesús, en el silencio del Cenáculo cerrado, sopló sobre los apóstoles y les dio el Espíritu Santo para el perdón personal de los pecados. En cierto modo esto es una parábola de la acción de la Iglesia : a veces actúa en el foro de la conciencia, en secreto; pero también y a menudo tiene que actuar públicamente, dando testimonio de la Resurrección de Jesús.
“Reciban el Espíritu Santo.” Jesús dice estas palabras a sus discípulos de todos los tiempos. Dios mismo quiere habitar en nuestras vidas. Él ofrece y comunica el don de su Espíritu a todo aquel que está dispuesto a acogerlo en la fe. Abrirse a este don de Dios es un acto de libertad que nos libera de “otros espíritus” y nos conduce a vivir en la libertad de los hijos de Dios.. La vida cristiana es la experiencia gozosa y agradecida de vivir habitados por el Espíritu Santo. La clave de una vida fecunda en la Iglesia es la docilidad a este Espíritu en nuestras vidas diarias. Él está siempre moviéndonos, inspirándonos, a dejar nuestro espíritu tan estrecho, tan pequeño, tan egoísta, para abrirnos al plan maravilloso de Dios en nuestras vidas para el bien propio, para nuestra felicidad personal, y también para el crecimiento de la Iglesia.
Los dones, carismas y servicios del Espíritu son diversos pero para el bien de la unidad y crecimiento del Cuerpo de Cristo. Proceden de la Unidad de la Sma. Trinidad y tienden a la unidad del Pueblo de Dios. Por esto, en esta Eucaristía, Sacramento de Unidad, pidamos por la unidad de todos los que creen en Jesús el Salvador: unidad de fe y de amor.
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