Oriente Próximo: palabras para otro imaginario
"Oriente no es sólo el vecino inmediato de Europa, es también la región en la que Europa ha creado sus colonias más grandes, ricas y antiguas, es la fuente de sus civilizaciones y sus lenguas, su contrincante cultural y una de sus imágenes más profundas y repetidas de lo Otro" (Orientalismo, Edward Said). Primera imagen: la luz. Sabor a cúrcuma, aroma de incienso y sonidos de laúd: un enigmático Oriente Próximo emerge de entre las ruinas de la historia para atraer a la mirada exótica. Hace escasos meses un diario español de gran tirada recomendaba una ruta de aventura en taxi por Jordania, Siria, Israel yCisjordania, a través de un atractivo reclamo turístico: "pasos fronterizos imposibles, mezquitas y zocos apasionantes". Segunda imagen: las tinieblas. Golpes en el pecho, mujeres tapadas, hombres arrodillados, bombas, gritos, destrucción, miedo. Si el potencial viajero o viajera ha ojeado previamente el periódico que acompaña a este suplemento de viajes probablemente se le disipen las ganas de "aventurarse" en una de las regiones más calientes del Planeta. Tercera imagen: el humo. Integrismo islámico, terroristas suicidas, armas de destrucción masiva, daños colaterales. Huntington nos alertó de que nos enfrentamos a un choque inevitable entre civilizaciones, retórica que ha permeado mentes, y políticas, aquí y allá. Según este discurso, Occidente se presenta como racional, desarrollado y superior; mientras Oriente es presentado como irracional, subdesarrollado, inferior e incapaz de representarse a sí mismo. Por eso Occidente acude al rescate del "Otro", perdido en su propio laberinto, para salvarse a sí mismo y a los que tengan la voluntad de parecerse a él. En su imprescindible ensayo Orientalismo, Edward Said ya había desmontado los mecanismos de fabricación del "Otro" que han construido el pensamiento colonial occidental desde el siglo XVII, para advertirnos acerca de la funcionalidad ideológica de la alteridad cultural. Nos decía Said que Oriente ha servido para que Occidente se construya en oposición a su imagen, y que son las relaciones de poder las que han establecido la frontera imaginaria que separa estos dos supuestos mundos. Ojalá este libro fuese lectura obligada para los que tienen el poder de narrarnos el presente, pues como dice Amartya Sen: "el reduccionismo de la alta teoría puede hacer una gran contribución, amenudo inadvertida, a la violencia de la baja política".
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