Pamperos, cachineros y comisionistas forman parte de una aceitada pero informal maquinaria de contrabando en el límite entre Chile y Perú. Aquí poco importan las disputas diplomáticas. En la frontera cada uno tiene un rol asignado y permite que la ropa usada dé un paseo por la pampa, rodeando la aduana peruana de Santa Rosa para llegar a Tacna, y que los productos falsificados se repartan entre cientos de cargadores que los traen hasta Arica para que no parezca contrabando. Costumbres históricas que alimentan la cultura del comercio ilegal y también a miles de familias. (más)
jueves, 3 de septiembre de 2009
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